La queja continua no es pedagogía reaccionaria

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En Pedagogía antifascista (Octaedro, 2022), último libro de Enrique Javier Díez Gutiérrez, el autor introduce el concepto de la pedagogía de la desobediencia, asentado en los cimientos de la pedagogía crítica.

Y lo hace a partir de la necesidad de que hoy en día eduquemos frente a las injusticias del sistema, que suponen muchas veces una vulneración de determinados derechos civiles y conquistas sociales. A su vez, Díez Gutiérrez se refiere en este mismo apartado al pensamiento de Henry David Thoreau como uno de los gérmenes de esta ideología reaccionaria. Su conferencia de 1849, publicada luego en forma del ensayo Desobediencia civil, dibuja el marco de lo que luego será una pedagogía de la denuncia, hasta cierto punto desafiante, anclada en la justicia social y en el diálogo para la cohesión social.

Y es en este último apunte desde donde debemos desvincular esta pedagogía reaccionaria de la situación de queja continua en la que vivimos sumidos, especialmente en los últimos tiempos, con unas altas dosis de individualismo. Sebastián Pilovsky, en el prólogo de la publicación citada de Thoureau, señala que, en las tesis del escritor y filósofo norteamericano, “la acción política no se limita a la mera desobediencia, sino que, reconociendo que el peso de la prueba está siempre del lado del desobediente, éste se presta al diálogo y lo propicia.” (p. 11). 

Sin embargo, enmarcada en una actitud crítica y de aparente desobediencia, se ha instalado, por ejemplo, en el ámbito de la educación, una variante en forma de comportamiento que roza lo lastimero y centrado en la permanente congoja, casi sin aportar soluciones y sin abrir posibilidades de intercomprensión. Está actitud puede ser entendible hasta cierto punto, no digo que no, ya que está avivada en gran medida por el reiterado clima de disenso que ha caracterizado a las políticas educativas españolas de los últimos treinta años y la lamentable imagen que proyectan en el escenario público muchos de nuestros parlamentarios. Sin embargo, considero que debemos pararnos a reflexionar sobre la deriva a la que nos conduce esta caja de resonancia instalada en la negatividad, cuyos ecos cultivan el terreno propicio para que resurjan en la esfera política posturas totalitarias, retrógradas y autoritarias. 

La pedagogía reaccionaria es profundamente crítica. Me dirán que la queja ante las desavenencias institucionales también lo es, ya que es necesario mostrar rechazo y repulsa cuando nuestros gobernantes no administran como debieran el erario público. Sin embargo, el sentido de “crítica” en esta pedagogía dista bastante de los estadios oscilantes a los que estamos asistiendo, en un proceso de reacción dicotómica que provoca enfrentamientos, posturas viscerales –se habla incluso de “bandos docentes”–, escasa empatía y poca capacidad de diálogo. 

La escritora y activista social bell hooks nos da algunas claves de la pedagogía comprometida, que está muy alejada de ser un lamento permanente y catastrofista como en el que a veces nos sumimos cuando hablamos de educación. Al inicio de su libro Enseñar a transgredir, dibuja la necesidad de un profesorado posicionado en el aula, que incorpore a sus clases sus relatos vitales que vayan más allá de la epistemología clásica (historias de discriminación, racismo, transfobia, incomprensión, injusticias sociales, etc.), en la interacción con su alumnado, todo ello para “hacer de sus prácticas docentes un lugar de resistencia” (p. 43). Es ese el verdadero sentido de la pedagogía reaccionaria, algo que, como ven, no es esa aparente sensación de aflicción que nos lleva, como un motivo recurrente de las sociedades occidentales contemporáneas, a una queja ensimismada y con poco margen de escucha y comprensión ante todo lo que ocurre a nuestro alrededor. 

Pero, vamos más allá: la queja continua y repleta de contradicciones y choques, dentro incluso de una misma tendencia ideológica, probablemente se vea respaldada por el hecho de que el debate educativo se ha convertido definitivamente en lo que César Rendueles, en su ensayo Contra la igualdad de oportunidades (2020), llamó “un placebo discursivo fruto de la impotencia política que nos lleva a proyectar en la educación nuestras esperanzas fallidas de igualdad social.” (p. 278). Pero eso dista mucho de ser una forma de pedagogía reaccionaria, necesaria en estos tiempos, que entronca más con un modelo de praxis compartida en grupos humanos; una práctica edificada desde dentro hacia fuera y no como una imposición, para lo que hay que tener en cuenta que esta democratización del saber, de esta forma de entender el debate educativo, necesita de un importante grado de permeabilidad (Freire, 1969). 

Henry Giroux, otro pensador de la línea de la pedagogía crítica, ya alertaba de las consecuencias de despojar la educación del lenguaje de responsabilidad social (Giroux, 1999), colectiva:el lamento continuo y reiterado, como si de una eterna “pataleta” se tratase, refleja una forma de incrementar la presencia individual que va muy en la línea de los juegos verbales y artificios típicos de la posmodernidad; sin embargo, tiene escaso impacto constructivo en las políticas de cambio, mejora y cohesión social, como ya se ha demostrado reiteradamente, y que sí formarían parte de la pedagogía reaccionaria. 

Trascender el estado reiterado de queja, de hastío pseudoexistencial que solo nos conduce a enfrentarnos entre nosotros, y evocar los principios de una pedagogía emancipadora como edificio común, supone, por lo tanto, estar en un estado de permanente relectura que nos ayude a esa forma de desobediencia de la que hablaba al inicio; una continua revisión de nuestras prácticas a partir del contraste y la observación, incorporando lecturas y miradas de otras épocas para entender las relaciones culturales del presente. Todo ello con el fin de invocar un futuro personal y colectivo que sea verdaderamente liberador para todos.

Porque, al fin y al cabo, y evocando el título de una de las obras más conocidas de Paulo Freire, de eso se trata: de convertir la educación en una práctica de libertad.


Referencias

Díez Gutiérrez, E. A. (2022). Pedagogía antifascista. Barcelona: Octaedro Editorial.

Freire, P. (1969). La educación como práctica de la libertad. Madrid::Siglo XXI 

Giroux, H. (1999). “Pedagogía crítica como proyecto de profecía ejemplar: cultura y política en el nuevo milenio.”, en F. Imbernón (coord.). La educación en el siglo XXI Los retos del futuro inmediato. Madrid: Graó.  

hooks, b. (2021). Enseñar a transgredir. Madrid: Capitán Swing. 

Rendueles, C. (2020). Contra la igualdad de oportunidades. Barcelona: Seix Barral. 

Thoreau, Henry David y Pilovsky, Sebastián (Trad.) (2002). Desobediencia civil. Biblioteca digital Juan Comas, Recuperado de  http://bdjc.iia.unam.mx/items/show/72

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