Adelantar el curso escolar: pesadilla de una noche de verano

//

Que a la escuela se le carga con la enrevesada responsabilidad de solucionar todos los males de la sociedad es una verdad que cada vez se evidencia más con rocambolescas propuestas que salen a la palestra en este curioso mundo de la opinología educativa.

Ya César Rendueles lo advierte en su ensayo Contra la igualdad de oportunidades (Seix Barral, 2020): “la educación ha llegado a convertirse en la única solución que somos capaces de imaginar para una asombrosa cantidad de desafíos y problemas colectivos.” 

Eso lo podemos observar también con las propuestas que circulan de un tiempo a esta parte sobre la “necesidad” de adelantar el arranque de curso escolar al inicio justo de septiembre, para favorecer, entre otros, aspectos relacionados con la conciliación familiar y laboral de las familias. De hecho, la propuesta ya ha dado avances significativos este curso en regiones como Catalunya, donde el curso empezó el 5 de septiembre para Infantil y Primaria, y el 7 para ESO, Bachillerato y FP. Sobre este controvertido asunto voy a dar mi punto de vista, más centrado en Secundaria, que es donde trabajo y, por lo tanto, es lo que conozco en mi bagaje de muchos años de experiencia en la organización de arranques de curso, como jefe de estudios y director de instituto. 

Lo primero que me preocupa, si el curso empezase con alumnado el día uno de septiembre (idea más apoyada en un dislate desde el punto de vista de la gestión escolar que en una planificación fundamentada y coherente con nuestras realidades), es la responsabilidad del centro educativo sobre la tutela cedida del alumnado menor de edad, en cuanto a las horas que pasa dentro del centro. Me explico: para recibir al alumnado con el arranque de septiembre, debería haber garantías reales de que toda el personal docente y no docente de un centro esté incorporado en esa fecha, situación que nunca ocurre, dada, por ejemplo, la tradicional inestabilidad de nuestros claustros (ya de la situación del personal de administración y servicios y los auxiliares, ni hablo). Seamos realistas: con los mimbres actuales, no puede garantizarse la correcta atención del alumnado a día uno de septiembre y, sobre todo, su vigilancia y la responsabilidad que recae sobre los centros (especialmente sobre sus equipos directivos, verdaderos mártires del caos de todo arranque de curso) en caso de que no haya cobertura suficiente de guardias, apoyos, auxiliares y los recursos humanos, en definitiva, necesarios.

Hay una corriente popular de crítica al cuerpo docente (otra más), en la que se piensa que el profesorado es contrario a esta medida porque, de esa manera, se le haría trabajar en agosto. En realidad, y si tenemos en cuenta que a efectos administrativos este es el único mes de vacaciones real del docente en España, esto no sería problema, ya que estas vacaciones podrían colocarse en otras fechas sí hay voluntad política para hacerlo. 

Seguimos: algunas propuestas sugieren que en el mes de julio los centros podrían organizar, con sus equipos docentes y no docentes, este adelanto del arranque de curso; quien defiende eso, poco conoce cómo es este mes en lo referente a organización y planificación académica y burocrática. Sin ir más lejos, en concreto en la región en donde trabajo es a finales de julio cuando suelen configurarse por parte de la administración educativa las propuestas de plantillas, para que luego los procesos de adjudicación de destino se lleguen a alargar incluso hasta agosto en ocasiones. Si ni siquiera sabemos cuál va a ser nuestra plantilla y su distribución por grupos, materias, tutorías, etc., es imposible que pueda planificarse un inicio de curso en condiciones pedagógicas, organizativas y de seguridad admisibles y óptimas a día 1 de septiembre, a no ser que se pretenda que el alumnado sea simplemente “depositado” en el centro, sin más, y que se pase estos días en los patios mientras los docentes y personal auxiliar los cuidan y a la vez en teoría planifican y organizan todo lo demás –que no es poco y más ante una implantación curricular novedosa–, situación lamentable que se aleja de la función de la escuela, y, sobre todo, de la responsabilidad que la educación tiene para las garantías del progreso de una sociedad. 

De fondo, el planteamiento convierte, una vez más, a la escuela en un parche para los sangrantes problemas de conciliación real que existen en nuestro país, lo cual preocupa en un país que ya de entrada tiene más horas lectivas en Secundaria que en otros muchos de la Unión Europea, a pesar de lo cual tenemos resultados escolares peores, con mayores tasa de abandono temprano y de repetición escolar. Pasar más horas y días en el centro en un país con una elevada “inflación curricular” no garantiza nada positivo a efectos académicos, y si de lo que se trata es de favorecer la conciliación, lo que hay que hacer es activar políticas sociales y laborales en ese sentido, para que las familias puedan estar más tiempo con sus hijos, no más tiempo en la escuela.

Luego está el tema de las altas temperaturas. Como sabemos, nuestros centros no están acondicionados para las condiciones térmicas del período estival. Tampoco lo están para las temperaturas extremadamente bajas del invierno, cierto, por lo que no es esperable que se acometan mejoras en ese sentido, ya que, reconozcámoslo, nunca ha habido interés político para ello.

En este discurso con tintes populistas y alejados de la cotidianeidad de la gestión escolar, nadie se acuerda de lo necesaria que es la planificación docente para que un curso arranque en condiciones. Sin las plantillas completas y muchos docentes sin nombrar, por la elevada tasa de interinidad, muchos de ellos que, además, van a ocupar puestos fundamentales (coordinadores, jefaturas de departamento, tutores), me pregunto yo cómo pretenden modernizar el sistema educativo aquellos que ven la escuela más como una guardería que como una institución que se engarza en sus principios con la equidad, la inclusión y la cooperación docente, aspectos que no salen de una chistera, sino que requieren de muchas horas previas de trabajo en equipo para que un curso pueda arrancar con ciertas garantías de éxito, sin que sea una pesadilla de una noche de verano.

Deja un comentario

© 2021 Albano Alonso

Aviso Legal / Política de cookies / Política de privacidad /