“El principal objeto del viajero ha de ser hacer a los hombres más sabios y mejores, y perfeccionar sus espíritus con malos y buenos ejemplos de lo que relatan”. (Jonathan Swift, Los viajes de Gulliver)
Durante la crisis de la COVID-19 se ha hablado mucho de sanidad y de educación, pero no tanto del papel que los medios de comunicación han tenido en estos meses. Sí que es cierto que las noticias falsas, los llamados “bulos”, sobre todo en una primera fase, centraron el debate de la credibilidad de las informaciones que se comparten de forma digital en este mundo ultraconectado, por lo que instituciones de relevancia como la ONU llegaron a pronunciarse sobre una compleja cuestión que colisiona con el derecho la información y pone en entredicho la calidad de lo productos informativos que se ofrecen.
Iñaki Gabilondo, en su libro El fin de una época, decía que “el periodismo nunca podrá aportar más que una parte de la dosis necesaria para entender el mundo, y al ser solo una parte, conlleva el riesgo de ser la parte equivocada” (2011, p. 31). Dentro de esa idea de contar la “parte equivocada” de la realidad, propia de la inevitable subjetividad del ser humano que conduce a seleccionar y sesgar las informaciones que emitimos y recibimos, se encuentra la reproducción y perpetuación de estereotipos, así como la publicación de informaciones en donde lo que prima no es la comprobación y contrastación de las fuentes, sino causar impacto con un determinado titular aunque esté cargado de visiones estereotipadas de la realidad.
Estereotipar, de hecho, es, según Rodrigo Alsina “una forma muy fácil de ponerse de acuerdo con la audiencia y captar su atención porque, en la mayoría de los casos, los estereotipos son percepciones en gran parte compartidas.” (Rodrigo Alsina, 2003, p. 150). Sin embargo, derribar estereotipos y perspectivas simplificadas de las realidades que nos rodean no es sencillo, pero sí creo que es tarea de los medios de comunicación intentar hacerlo, al menos aquellos más pulcros y contrastados, que no deben olvidar nunca uno de los pilares en los que se asientan: su labor formativa y su importancia a la hora de crear estados de opinión.
Así, escudados en el derecho a la información recogido en las legislaciones vigentes de los estados democráticos, los canales informativos del siglo XXI, en esta era hiperdigitalizada marcada por el impacto del COVID-19 y en la que se propagan nuevas vías de comunicación y voraces redes a un ritmo vertiginoso, dan rienda suelta a un periodismo cada vez más sensacionalista que tristemente se ha convertido en estandarte de diversos medios, lo cual por momentos les da mayor audiencia e impacto, pero por otro lado les hace perder la credibilidad, simplemente porque una gran parte de la sociedad deja de confiar en ellos.
Periodismo contra la incomprensión
Sin embargo, la labor social del periodismo y el necesario compromiso ético de sus profesionales deben ser reforzados ahora más que nunca: los productos de los mass media “deben estar orientados en construir ciudadanía responsable” (Montesinos Condo, R. A., 2011, p. 18) ya que es justo en los momentos de crisis cuando el mundo más lo precisa, como parte de la lucha contra la incomprensión, la confusión y la crispación social.
Así, para reforzar la credibilidad de estos procesos de comunicación social, se necesita de un multiperspectivismo que nutra el entendimiento de la realidad a partir de las distintas voces que la componen. Esa pluralidad de perspectivas tiene que estar dentro de los mensajes de los medios informativos y es misión de los mismos garantizar que esto sea así.
Si el entendimiento de la diversidad cultural se construye a través del diálogo, el periodismo -sobre todo aquel centrado en ámbitos sociales- tiene que nutrirse de ese diálogo, ya que el público receptor forma parte de él. Para que ninguna línea editorial se desvíe de este camino, es necesaria la plena conciencia social de que es misión de los poderes públicos garantizar que periodismo, derechos humanos, igualdad de oportunidades y equidad vayan de la mano a la hora de construir una sociedad más justa y equilibrada; todo ello sin olvidar que las empresas informativas tienen que conservar su necesario papel de vigilancia de los organismos que nos rodean, y nunca inclinarse ante ningún atisbo de trato de favor que no hace sino entorpecer la libertad de prensa y poner en entredicho el fin con el que nacieron.
El oficio de contar las cosas es, con todo ello, un ejercicio tremendamente complicado en estos tiempos, sí, pero a la par es y debe ser apasionante: el reto de incorporar a los discursos informativos la comunicación intercultural, la justicia social, el respeto a la diversidad y el testimonio de la pluralidad en todas sus variantes, sobre todo aquellas que provienen de colectivos marginados históricamente, se convierte en necesidad en una era de fracturas sociales y en donde los fenómenos de tensión y enfrentamientos imperan. Además, como considera Núñez Encabo, “un riesgo para el periodismo hoy es que las empresas informativas se conviertan en empresas de publicidad encubiertas al servicio de los productos que exige el mercado” (2011, p. 169), por lo que desmotar a través de los propios medios las estructuras de poder controladas por el capitalismo y por ciertos sectores de la política, será también misión prioritaria, con la finalidad de combatir las otras pandemias: aquellas que se nutren del virus de la falta de ética.
“La ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón” (Gabriel García Márquez)
Recursos
Gabilondo, I. (2011). El fin de una época. Sobre el oficio de contar las cosas. Barcelona: Barril y Barral.
Hernando Cuadrado, L. A. (2001). Lengua y estilo del editorial. Estudios sobre el mensaje periodístico (7), 279. Recuperado de https://revistas.ucm.es/index.php/ESMP/article/view/ESMP0101110279A Martínez
Montesinos Condo, R. A., (2011). Medios de comunicación y ciudadanía. COMUNI@CCIÓN: Revista de Investigación en Comunicación y Desarrollo. Recuperado de https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3759647
Núñez Encabo, M. (2011). La ética en el periodismo multimedia actual. Perspectivas de la comunicación. Recuperado de https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3751464
Rodrigo Alsina, M. (2003). Confianza en la información mediática. Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.º 61-62, pp. 145-153